domingo, 8 de mayo de 2016

Cruce de testimonios

Hace una semana y dos días que comencé a trabajar en el mismo lugar donde lo hace mi madre. Ella con caracter de administrativa en RRHH, yo de operario en unas lineas de producción ya sea de L'OREAL, NIVEA, vajilla de BORMIOLI ROCCO, vasos de IKEA... . Es un centro especial de empleo, lo que quiere decir que, casi en su totalidad, trabajan personas con discapacidad ya sea física o psíquica.
Las jornadas suelen tratar de hablar de médicos, diagnósticos, incapacidades, la familia, anécdotas, días anteriores en el trabajo... 
La noche del viernes al sábado, di con una mujer con la que mantuve una conversación que, hasta que no la terminé, no llegué a entender por qué el compañero de al lado nos miraba tan aterrado. 

Y ya no sé si porque alguien pueda leer ésto y le ayude, bien a entenderse o a entender a alguien querido, o por simple gana que tengo de compartirlo, pero allá va: 

Mientras ella me echaba platos en la linea para que yo a continuación los enfajase, pregunta: 
- ¿Siempre has trabajado aquí?
- No, esta es la segunda vez que entro a currar, hace tres años fue la primera. Pero en este tiempo no pude venir más veces porque mi trabajo no tiene facilidades para compaginar ambos. 
- ¿En qué trabajas de normal?
- Soy auxiliar de geriatría, me encargo de que los abuelos coman, estén limpios...
Tras un resoplido, ella asegura lo que la mayoría de gente dice cuando hablo de mi trabajo: 
- Uf, no creo que yo fuera capaz de trabajar en algo así. 
- Se necesita temple, paciencia y una fuerza psicológica sobre humana. Yo entré a trabajar con principio de depresión y al firmar el finiquito ya iba por el segundo cambio de ansiolíticos. 
- Yo tengo depresión también, hay enfermedades malas, pero como la depresión creo que no hay ninguna. Llevo diez años y es ahora con el trabajo que empiezo a verme un poco mejor. 
- De cualquier modo, la mejoría en la depresión muchas veces es una utopía, tanto para ti como para la familia. 
- Tienes que tener un motivo muy grande, o una fuerza que tire de ti enorme para salir de ella. Yo llevo siete tentativas de suicidio, me he tenido que marchar de mi casa por seguridad para mis niños, he llegado a tomar 29 pastillas al día y, ya te digo, llevo tres semanas trabajando y ése mismo tiempo sin tener pensamientos negativos. 
- En mi caso, fue el comienzo de la depresión y las tentativas de suicidio demasiado de la mano. Y el trabajo terminó conmigo, porque no teniendo fuerzas para mi, tenia que mantenerme positiva para los abuelos y sus enfermedades. 
- Yo llegué a no ser capaz de levantarme de la cama, no me preocupé de que mis hijos comieran, de que me echarían del trabajo si no iba...
- En ese caso yo no, yo intentaba siempre mínimo levantarme diez minutos antes de trabajar y nunca faltar. Con 18 años no podía empezar negando trabajos y si lo hacía sabía que me iba a costar más de lo que me estaba costando salir del hoyo...
- ¡¿18 años?! ¡Demasiado joven para empezar con algo tan grande!
- Eso me dicen muchos, que con 20 años cómo voy a desperdiciar mi vida, que sea feliz, que hay otra gente que no puede, que para tanto no será,...
- ¡Uy!, eso lo dicen todos. Ya sea a ti por ser joven, como a mi por ser madre. Pero ésto no es algo que elijes, es más, cuando yo estrellé el primer coche en mi cuarto intento de suicidio no tenía motivos, pero algo se activó en mi mente y lo hice. Y así pasó con el segundo coche y cuando salté de un cuarto. 
- Mis tentativas no son tan bestias, yo me pego, me araño, me hago cardenales, me tiro del pelo,... Aunque si es cierto que ahora conduzco y si me siento más peligrosa, ya no por mí, si no por los demás. 
- Aunque no te haya dado por ser tan derrotista como a mi, sigues atentando contra tu integridad y viene a ser lo mismo. A mi lo primero que me quitaron la primera vez que me ingresaron en la clínica fue conducir, ya no por lo que pudiera hacer si no por la medicación también. Y cuando me reanimaron el 2 de febrero tras tirarme por la ventana, nada más abrir los ojos me dijeron que, o bien me marchaba de la casa y dejaba a cargo de un familiar a mis hijos, o asuntos sociales se harían cargo de ellos. 
- Realmente, por mucho que no hayas elegido sentirte así, tus hijos no tienen culpa, al igual que en mi caso no la tienen mis padres. 
- Lo sé, por eso mismo decidí ser yo quien saliera de la casa. Y hasta que no lo hice no me di cuenta de lo mucho que los había estado perjudicando. 
- Pero aún así, no sirve de nada que te centres en eso porque te echas piedras sobre tu tejado. Ni tus hijos tienen que pagar nada, ni tu tienes la culpa de como te sientes. La primera vez que fui al médico con éste tema, me llevó mi madre se puede decir que obligada. Ésta ultima vez he optado por ser yo quien de el paso, y no por mi, si no por mis padres y la gente de mi alrededor. 
No aguanto la cara de pena de mi madre, o el pánico que tienen cuando cojo el coche más nerviosa de lo normal, en el trabajo tenía pendiente de mi a una compañera y enterada de todo esto por si algún día pasaba algo y terminó pasando que un día hablé a la enfermera con el efecto de la medicación para las crisis sin saber formular palabra de manera entendible. En la residencia cada vez que me hacía un enfermo arañazos, le mandaba la foto a mi madre para que estuviera tranquila y no se asustara al verme llegar a casa. 
Llega un punto que ya no lo haces por ti, porque te das igual, pero por la tranquilidad de los de tu alrededor y tu paciencia de tener que aguantar comentarios día sí y día también del índole como: Busca algo que te de fuerzas; busca algo que te active; si se quiere se puede; hay gente que no se pueden permitir vivir y tu lo desaprovechas; sonríe; lucha por ser feliz. Únicamente por terminar con eso, tratas de buscar. Tú en tu caso por tus hijos, yo porque mis padres no se merecen cargar conmigo y mi enfermedad. Ni que mi padre me sujete las manos empleando una fuerza sobrehumana mientras mi madre corre por la casa para meterme la dichosa pastillita bajo la lengua...
- Odio esos comentarios, hasta que no lo sufres no sabes lo costoso que es levantarse cada día, o mirar a tu familia a los ojos tras tener un ataque, es como una mochila cargada de piedras que no te quitas ni para ducharte. 
Otra cosa igual. Sólo con el primer Psiquiatra-Psicólogo que di fue el que me ayudo realmente a salir. El resto te esperan con el talonario de recetas y no te ayudan a buscar en ti motivos de tanto mal, ni formas de pararlos. El primero me hizo ver que un lastre del pasado me dolía, no hizo que desencadenara todo esto, pero sí que pesaba y me ayudó a quitármelo. Pero claro, era una clínica privada, le visitaba cada dos meses y en ese tiempo ya se me volvían a quitar las ganas de trabajar y por tanto el dinero para pagarle. 
- Yo la psiquiatra que tuve me tachó de cuadriculada, de no querer a mi hermano, de pretender que todo el mundo a mi alrededor tuviera las cosas tan claras como las tengo yo. Me dijo que a la persona que había sido la detonante de tanto mal, le tenía que dar las gracias. Me infló a pastillas. Con 19 años tomaba antidepresivos más duros que los que se les daba a un adulto y si tomaba la pastilla de la crisis tenía que elegir entre sentirme con una resaca sin fiesta durante todo el día, o bien dormir y si no sobrepasaban las 9 horas de sueño, tener amnesia llegando a olvidar qué tenía que comer, a qué hora iba a trabajar... 
- Es muy dificil dar con un buen especialista. Es un trabajo difícil también el suyo pero tampoco nuestra vida es coser y cantar. Yo llevo tres semanas trabajando, y ya te digo, me encuentro mejor. Primero porque me siento útil, sé que soy lenta pero en este caso tu vas más deprisa y no se nota mi lentitud, y luego como trabajo de noche, una parte del día veo a mis hijos y otra mucho más grande me la paso durmiendo y no pienso. Me siento en calma aunque sea más duro que una jornada normal. 
- Cuando yo supe que iba a estar de noche pensé que iba a ser una jodienda, pero le he pillado el gusto a vivir al contrario del mundo por lo mismo que dices tú. Cuando estás despierta nadie más lo está y por lo tanto no te dan qué pensar, y por el día eres tú la que desconectas del mundo. 


En eso consistió el meollo de la conversación. Me ayudó a no sentirme extraña. Llega un punto que te desconoces a ti y lo que sientes que no sabes si te lo provocas, si te lo provocan o viene solo. En mi caso puedo tener tres días de puta madre, en la cresta de la ola, y al día siguiente levantarme con el pie izquierdo, ver que no hay mantequilla, que no hay mermelada pero... QUE NO HAY PAN?! Uy!, que no hay pan no lo paso, y 'CHÁS!', crisis. 
Por eso hablo en la conversación de la utopía de encontrarme bien. Porque puedes estar meses estable y pensar que ya puedes olvidarte de dónde guardabas las pastillas para los ataques como que te puedes tirar meses yendo a todos lados con la dichosa caja de medicación. Y eso la familia también los sufre. Casi más que yo, que lo vivo. 

A lo largo de estos años mucha gente me ha dicho 'No sé que hacer cuando te pones así'; 'Avisame si te pasa algo y te ayudo'. Y poca gente comprende que cada ataque es diferente. Uno me puede dar por ponerme rígida como un palo, otro me da por cogerme el pelo y no soltarlo, otro por no parar de golpearme la cara... No debe ser sencillo tener a alguien así en ese estado cerca, pero comprender que para mi que lo sufro no es nada fácil que lo estés viendo. Es más, me averguenzo de cada ataque que han parado mis padres, o el que pararon en el trabajo, o los que han tenido que presenciar algunas personas, porque éste, señores, es mi talón de aquiles. Mi cabeza. 
Que yo me acuesto a dormir, y parecerá de película de terror o de fantasía porque nunca lo hago solo. Y si me acuesto con mi pareja, somos tres en la cama, en el coche siempre somos dos, en la mesa a comer somos yo, mis pensamientos derrotistas y quien se de el gusto de acompañarnos. 
Ésto, ya sean meses buenos y sobretodo en los malos, va conmigo. Unos días más exteriorizado, otros parece que me he caído en una olla llena de marihuana y esa Fátima si que gusta. La positiva, la que de todos tira. Pero en cuanto recae... ¿ya estamos otra vez?

Una depresión hay muchas formas de vivirla, con llantos, incapacidad de vivir, mostrándote sonriente delante de la gente, cargando a tus espaldas vidas que no son la tuya... Pero realmente, la cara más verdadera de la depresión es en soledad, en silencio y el enfermo con su lastre. 



Hablo desde mi experiencia y haciendo una criba de varias personas con las que me he cruzado en este poco tiempo que también sufren de lo mismo. Si tienes a alguien a tu alrededor con ésto, no le ridiculices, no lo dejes solo, no le des motivos para sentirse solo. Hazle sentirse útil, válido, saber que le quieres y es importante para ti. No le recuerdes cada dos por tres que el día está soleado, está inmerso en tristeza no ciego. Si sientes que no sale de casa, trata de proponerle algo que sepa que no podrá negarse. Evita que en sus días malos se quede en silencio porque sin que tu lo sepas está cavando más profundo. Aunque no lo creas, hazle partícipe de tus problemas y quebraderos de cabeza, se ve bien al intentar ayudarte a ti. Si algo te dice que no lo va a hacer, no le obligues, si no sabes qué decirle quédate callado a su lado, y sobretodo NO LE MIRES CON CARA DE LÁSTIMA. 
Aprende que la persona no te pedirá ayuda porque no se ve caer, no te enseñará las heridas que se ha hecho porque es una vergüenza.

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